3 dic 2011

¡Qué oscuro mundo el de los poderosos! Allí no manda otra ley que la del favor debido, que puede ser un pago por debajo de la mesa, una maldad custodiada en una caja fuerte o la promesa de un retiro con todos los gastos pagados. A cambio, la adjudicación, la dádiva, el reconocimiento, la desaparición de documentos comprometedores y hasta el indulto, que el derecho se ha inventado para el resto de mortales: los que no pisamos palacios ni somos salsa de las altas reuniones, los miserables que vamos de un lugar a otro en utilitario y transporte público sin poder pasar el coste de nuestras dietas, en vez de sobrevolar los mapas del sudor y el esfuerzo en jet privado, al tiempo que se disfruta, a sorbitos, de un whisky con hielo.Desconozco cuál es el precio del indulto para un gobierno que se está recogiendo como quien hace el equipaje el treinta y uno de agosto, tras los quince días reglamentarios en un apartamento de la costa. Nunca sabremos la razón por la que unos y otros se libran de la maza del juez como si, en vez de en carne y hueso, hubiesen sido paridos en éter, “Mister X” de una y otra evidencia que se escapan de puntillas a pesar de las montañas de dinero, secuestros, asesinatos, puestos públicos adjudicados a dedo, tercer grado sin merecimientos, fincas, coches, chalés y toda suerte de abusos que se acumulan en la desmemoria de un pueblo presto a aclamar a sus líderes sin preguntarse qué méritos justifican su aguante en el poder durante décadas, como si fuesen lapas.

Puestos a hablar de indultos, me pregunto si la crisis que se está llevando por delante la débil seguridad de tantísimas familias no es motivo de gracia suficiente para absolver a quienes no sólo debemos hacer frente a unas hipotecas disparatadas, sino al afán recaudatorio de tantas administraciones que ejercen la capacidad de multar como un modo constante de hacer caja. Los ciudadanos nos sentimos acorralados ante la amenaza de un catálogo de sanciones que se apoyan más en la casualidad de que el agente castigador pase a nuestro lado, que en la gravedad inexistente de la infracción.
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