Los superhéroes tardaron en colarse en nuestra biblioteca familiar; llegaron cuando ya estábamos un poco creciditos, y eso que nacieron años antes que nosotros. Pero por entonces no eran muchos los quioscos que ofrecían ejemplares de aquellas revistas de importación (las editaban en México, creo). Además, eran más caras que los números del TBO, y que Mortadelo y Filemón, Tío Vivo, Pulgarcito y otras invenciones de la editorial Bruguera, que vendía los mismos contenidos a partir de diferentes nombres sin que al pequeño lector le importara si en la cabecera aparecía el Botones Sacarino, Rompetechos, Zipi y Zape o los agentes de la TIA (que, por ir contracorriente, nunca me han hecho gracia) o si en los compendios Olé y Super Humor volvía a encontrarse con relatos ya conocidos. El cajón de sastre de las editoriales patrias de tebeos disponía de tan ricos fondos que se agradecía aquel caleidoscopio de firmas y de épocas (qué disfrute las primeras planchas de Ibáñez, las del profesor Tragacanto, el hambre insaciable de Carpanta, el tartamudeo de Petra, casi toda la obra de RAF, los tipos alargados de Coll, el dibujo ceremonioso de Opisso, el ridículo que asaltaba a la suegra de Rigoberto Picaporte y las pocas series compradas en el extranjero, como aquel “Guillermito y su voraz apetito” de rasgos británicos que solía aparecer a dos tintas).
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Los personajes de la Marvel carecían del encanto de nuestros clásicos. En cuanto al dibujo, parecían hechos en serie (¿qué diferencias notables hay en los trazos de Superman, Spiderman, Los Cuatro Fantásticos, la Masa, Batman…? ¿Y en cuanto a la dramatización de sus historias? Al final todo se resume en una cuestión de uniformes). Pedro Alcázar y Pedrín o el Guerrero del Antifaz sufrieron las limitaciones de sus ilustradores y guionistas, pero eran auténticos, al igual que El Capitán Trueno y El Jabato, que pese a beber de similares fuentes gráficas estaban dotados de rasgos personales que los convertían en nuestros modelos a seguir, espejos del héroe hispano, mucho más genuino que el globalizado de malla y superpoder.
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