¿Por qué los Indignados no hayan vuelto a tomar la plaza pública tras el último campanazo de una de nuestras autoridades? Me refiero al nombramiento de Bibiana Aído (cuyo currículo podría resumirse con un escueto “sus labores” en el que incluiríamos el paso por no recuerdo qué competencia relacionada con el flamenco y el clavel, además, claro, del sillón ministerial) como asesora de la ONU para el birlibirloque de la igualdad. Después de más de un mes dándonos la murga sobre la cara más ancha que la espalda de nuestros políticos, no entiendo este mutis de los 15-M ante semejante cacicada con la que Aído seguirá disfrutando de prebendas: sueldazo, coche oficial, apartamento en N.Y. traductor y toda clase dietas mientras se pasea por África embozando condones con su bandera arco iris, en busca de alguna pareja de gays morenitos a los que casar por el rito zulú y dando charlas sobre lo fácil y liberador que resulta trocear un feto que aún no es un ser humano y al que podremos librar del mal gusto de sufrir una vida de moscas y hambre.La ONU, sus tropas, agencias, asesores y embajadores de buena voluntad merecerían un campamento perenne en la Primera Avenida, un hormiguero de perroflautas colapsando las puertas de su sede, un manifiesto tras otro de esos octogenarios que en su día lucieron sombrerito de astracán, una auditoría de no te menees, una plaga de pulgas y chinches que corroyera sus cimientos de hormigón (cuando sus representantes se encontraran ausentes, claro). No en vano, los males que sufren los países pobres se deben a la burocracia azul, a los consejos ofrecidos desde la moqueta, al silencio cobarde ante los tiranos que suben a su tribuna.
No puedo olvidar las palabras de un misionero vasco al que mató el paludismo angoleño. Me describía el lujo en el que vivían los representantes de las Naciones Unidas mientras aquel país se quebraba en una guerra interminable. Más adelante nos enteramos de los robos a manos llenas, de las violaciones, el derecho de pernada, la imposición del aborto y otras maravillas perpetradas por el gran Ojo de la representación mundial.
África es un gran camposanto de misioneros. Hay túmulos coronados por cruces en todos sus rincones. Y al camposanto llega ahora Bibiana con su ONU en el bolso, dispuesta a dar lecciones de oenegé de discurso manido. Se colocará la melena para la foto con el negrito hambriento y después se conectará por internet a su banco, para ver si le han ingresado los emolumentos. Y los Indignados felices de tan humanitaria elección.
No puedo olvidar las palabras de un misionero vasco al que mató el paludismo angoleño. Me describía el lujo en el que vivían los representantes de las Naciones Unidas mientras aquel país se quebraba en una guerra interminable. Más adelante nos enteramos de los robos a manos llenas, de las violaciones, el derecho de pernada, la imposición del aborto y otras maravillas perpetradas por el gran Ojo de la representación mundial.
África es un gran camposanto de misioneros. Hay túmulos coronados por cruces en todos sus rincones. Y al camposanto llega ahora Bibiana con su ONU en el bolso, dispuesta a dar lecciones de oenegé de discurso manido. Se colocará la melena para la foto con el negrito hambriento y después se conectará por internet a su banco, para ver si le han ingresado los emolumentos. Y los Indignados felices de tan humanitaria elección.
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