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29 jun 2012

A veces curioseo las publicaciones de mis contactos en Facebook. Aunque la mayoría carecen de interés (son invitaciones para jugar a distintas aplicaciones que convierten la red social en celada para la pérdida de tiempo, conjuras contra el jamón de Teruel y en favor del Jabugo, felicitaciones de cumpleaños entre desconocidos…), otras regalan a la vista la mejor cara del usuario. Y no me refiero a los retratos –más o menos conseguidos- con los que ilustramos nuestro perfil, sino a pruebas fehacientes de que hay mucha gente extraordinaria.

De entre todas, los natalicios son mis favoritas. Facebook trae la fotografía de un bebé plácidamente dormido, alguno con la pulsera identificadota alrededor del talón, muestra de que la instantánea se ha sacado en el mismo paritorio. Y junto a la dulzura de la imagen, un texto breve nos lo presenta: nos da su nombre y los datos del parto (su peso y medida), para que llenemos su futuro de buenos sueños. Son niños y niñas que han llegado al mundo en un tiempo que parece no encontrar consuelo; en Occidente habíamos hecho de la bonanza nuestro estado natural, cerrando los ojos a la Historia, larguísima carrera de dificultades que demuestra, precisamente, que la lucha es el estado natural del hombre.

22 jun 2012

Ya lo saben, Javier Krahe se ha ido de rositas ocho años después de que Canal + proyectara su divertimento innecesario sobre la muerte y resurrección de Cristo. El rictus del avejentado bufón era un poema, metáfora perfecta sobre el estado de sus tripas. Y entre medias, muchas amenazas a los valientes que interpusieron la demanda (David contra Goliat), gesto cariacontecido en la tribu iconoclasta (aburre hasta nombrarlos; siempre son los mismos) y abrazos tras escuchar un veredicto confeccionado a la medida de la tibieza de estos tiempos, donde la muestra más excitante podría ser una imagen de Leo Basi sentado al retrete y otra de Carmen de Mairena (tal para cual) levantándose la falda. Ah, y de remate un chiste de curas del Gran Wyoming, sazonado con un torrente de risas enlatadas como los de las series del canal Disney.

Tengo en mis manos las memorias de Jean Bernard, un sacerdote que pasó por el Campo de Concentración de Dachau. Me ha conmovido el final del prólogo que escribió para la edición original: <<Debemos perdonar aún siendo conscientes del inmenso horror de lo sucedido, y no solo porque no se pueda construir nada –ni una Europa nueva ni un mundo nuevo- sobre los cimientos del odio sino, sobretodo, por amor a Dios, que nos manda perdonar y nos urge a ello, y ante quienes víctimas y verdugos somos pobres pecadores necesitados de misericordia>>.

15 jun 2012

Puede que nunca hayan sido tan necesarias las vacaciones. El curso pesa demasiado: les pesa a los estudiantes que en estas fechas rematan sus conocimientos (o el desconocimiento total) y nos pesa a los que permanecemos en esta nave que se balancea al vaivén caprichoso y furibundo de las olas. Llevamos tantos meses ateridos por los gritos del vigía (<<¡hombre al agua!>> por aquí, <<¡hombre al agua!>> por allá...) que el mar de junio parece más una sopa de despedidos que una cordillera de aguas verdinegras. Ojalá a partir de septiembre la travesía se convierta en la pesca de los náufragos. Ojalá, entre todos, podamos liberarles de los tentáculos del océano.

El Papa ha pedido en el Encuentro Mundial de las Familias, que aquellas que todavía tienen recursos ayuden a las que están a dos velas, como en tiempos de los Apóstoles, cuando los cristianos vivían la fraternidad de manera elocuente y todos ofrecían, por el bien de la comunidad, incluso aquello que necesitaban. Semejante gesto se me antoja revolucionario a día de hoy. No en vano, este curso también ha sido rico en deslealtades. Ni siquiera el Santo Padre se ha librado de la codicia de los suyos, que han pervertido el dulce mandato de colaborar con Pedro con una lucha intestina (carta va, documento viene, confidencia aireada…).

1 jun 2012

Se ha discutido acerca del sentido que cobró la final de la Copa del Rey, en la que un Barcelona imbatible aplastó a un débil Athletic de Bilbao. Muchos quisieron ver en el partido a dos aficiones nacionalistas enfrentadas por un Rey al que dicen no guardar vasallaje, como si este deporte estuviera por encima de la realidad, así que me voy a ahorrar los análisis del fútbol como manera lúdica de ejercer la pataleta más caciquil, pues prefiero examinarlo como adormidera colectiva, ya que tuve ocasión de viajar a Bilbao en fechas anteriores al encuentro y descubrí una ciudad narcotizada ante la realidad (que no es otra que la limitación de sus jugadores y la sombra negra de la crisis económica), disfrazada con banderas rojiblancas que cubrían fachadas de edificios y comercios, combinación de colores que escogían las madres para atar con lazos las coletas de sus hijas. También los periódicos lanzaron una lluvia de suplementos acerca de las hazañas del conjunto local. No se hablaba de otra cosa en bares y restaurantes, ha sido la conversación inacabada en las paradas del autobús y en la cola del mercado, una ensoñación hiperbolizada día a día, como si en vez de un equipo de muchachos que corren detrás de un balón, fuesen un ejército que parte con el mandato de someter y anexionar tierras enemigas.

25 may 2012


A principios del curso y durante varias semanas, nuestra hija pequeña tuvo la impresión de que salíamos de casa para abandonarla en un lugar extraño y hostil. Por eso lloraba y hasta pataleaba al sentirse retenida en contra de su voluntad. Hoy, meses después, las cosas han cambiado. De alguna manera entiende que la guardería es un lugar divertido en el que casi todos los días suceden cosas nuevas, es decir, que el cambio no sólo lo han propiciado el tiempo y la costumbre, sino la posibilidad que encierran aquellos muros para desarrollar el genio creador.

Renunciar a ese genio es el precio de crecer, al menos en España, que tiene un frustrante plan educativo: codos, codos y más codos frente a la posibilidad de experimentar, de transformar, de vivir la fuerza de los cambios. Eso es lo que hace mi hija, pasarse todo el día experimentando con la materia en una franca búsqueda de la belleza. De hecho, pocas veces disfruto tanto como cuando voy a recogerla, pues compruebo que domina ese singular mundo del aprendizaje y se mueve como pez en el agua mientras me conduce de la mano de aula en aula, interesada en que me fije en un payaso de cartón que han pegado a la pared, en que compare los murales del otoño, del invierno y la primavera, con sus hojas de platanero, en que descubra la huella de su mano embadurnada en pintura de vivísimos colores, etc.

18 may 2012

Los adolescentes funcionan por impulsos, también con la literatura. O no leen o se beben con frenesí aquellas obras que el mercado coloca en primera línea. Es lo que está sucediendo con “Los Juegos del Hambre”, tres libros tres, cada uno con la anchura de un ladrillo. Así que no es la extensión la que decide los gustos de la juventud sino una extraña combinación de marketing, empatía, remedo y Hollywood. Por supuesto, la calidad literaria no es el juicio que más les preocupa. Estas novelas forman una historia que acoge, conscientemente, las debilidades de nuestra civilización, aunque no todos los lectores aprecien ese afán didáctico. En “Los Juegos del Hambre”, América del Norte –ya sabemos que el mundo, para un estadounidense, es aquel territorio sobre el que ondea la bandera de las barras y las estrellas- ha sobrevivido a una guerra civil en la que lo vencedores se deleitan con el fruto del trabajo de los vencidos. El país continental se ha dividido en doce sectores al servicio de El Capitolio, una suerte de gran urbe habitada por un público posmoderno, entregado a los caprichos sensoriales y cuyo mejor divertimento –además de travestirse y vivir esclavos de las modas- es un programa de televisión en el que veinticuatro adolescentes de los territorios perdedores, luchan a muerte por la supervivencia. De todos ellos, sólo uno puede salvarse. Y, claro, puntúa a favor de los participantes cualquier concesión al sentimentalismo, bien sea amatorio (les dejan bien claro que no basta un beso para conmocionar a la audiencia), bien sea barbarie. Sin exagerar, llevamos muchos años con nuestros propios “Juegos del Hambre”, consumidores como somos del espectáculo dantesco que ofrece la telerealidad, bien a través de personajes anónimos, bien con rostros populares de los que consumimos hasta las pasiones más bajas, como si todos ellos fuesen esclavos de nuestra lascivia.

4 may 2012

Soy receloso ante los panegíricos, esas piezas laudatorias en las que es fácil adivinar un doble interés. Incluso cuando me invitan a hablar en público y alguien se toma la molestia de cantar mis pretendidas virtudes personales y literarias, me siento incómodo, pues más que un personaje grandilocuente que vive componiendo titulares, soy un hombre del montón que, además, escribe.

Es necesario reconocer que el nuestro no ha sido un pueblo dado a las alabanzas. Hagan la prueba: escóndanse detrás de una columna en ese cubículo de las oficinas al que llamamos “la máquina del café”, y escuchen a sus compañeros decir lindezas incluso de usted mismo. Puede que en tanto acíbar resida el poder ulcerante de esos brebajes que cuestan cincuenta céntimos de euro.

Tal vez la razón de las alabanzas post-mortem se deba al daño moral que nos hace participar en tantas calumnias y difamaciones. Nos hacemos a la idea que nuestros panegíricos darán consuelo a la viuda y despertarán el orgullo de los hijos, cuando ya es tarde para restituir un honor que –por otra parte- al finado no le hace ninguna falta.
Descubrí al viejo Kirk Douglas en la explanada del santuario de Lourdes. Caminaba a largos trancos bajo la sombra de unos plataneros, la mano apoyada en uno de los hombros de su esposa. Parecía feliz por pasar casi desapercibido, ya que nadie le asaltaba en busca de un autógrafo, de una fotografía. Era Espartaco, más añoso pero con aquellos rasgos inolvidables (el rostro cuadriforme, el hoyuelo en mitad de la barbilla, la melena sedosa y blanca). Era Vincent Van Gogh, más allá de su suicidio. Era el héroe de tantas sobremesas, el intérprete mítico que mi padre nombraba como si se tratara de un viejo amigo, alguien muy querido y a la vez lejano, perdido entre las brumas de la juventud. Y estaba en Lourdes, aquel diminuto enclave en el Pirineo francés que la madre de Cristo escogió para proclamar al mundo su concepción inmaculada o -lo que es lo mismo- que su vientre fue santo entre todo lo santo, concepto que los hijos de Abraham conocen bien.

Douglas volvió la mirada hacia la fe de sus padres después de que uno de sus hijos se interesara por los orígenes de la familia. ¿Quiénes fueron los abuelos? ¿Cuáles las raíces de aquel apellido hebreo (Danielovitz) que denota un origen ruso? Kirk apenas logró ofrecerle unos detalles vagos. Durante su camino a la fama había prescindido de sus ancestros, que habían soñado para él otro futuro, el de rabino, cabeza de los de su raza. Pero el cine se cruzó de por medio. 

27 abr 2012

Así rezan los anuncios de una campaña en el suburbano de Valencia. “Dona felicidad”, y aparece una chica de buen ver, con aspecto de universitaria y una equilibrada situación económica y familiar, que sonríe al público mientras da a entender que ella ya lo ha hecho. La donación, digo, que consiste en regalar unos cuantos óvulos a una firma médica que basa su próspero negocio en la concepción artificial. “Dona felicidad” es el mensaje repetido junto a un muchachote sano, bien vestido, universitario, que no tiene aspecto de sufrir quebranto familiar ni económico. Lo que se pide bajo este modelo, claro, es esperma para fecundar los óvulos regalados. Ya ven, la vida en un toma y daca con la felicidad de por medio, que en nuestro devenir parece muy importante sentirse bien, realizado y otras tantas mandangas antes que considerar lo apropiado de nuestro comportamiento, esa donación “gratuita” (tengo entendido que pagan por cada extracción de óvulos, por cada pajuela de semen) que traerá a la vida a unos niños que nunca sabrán quienes son porque desconocerán de quién han venido.

20 abr 2012

Las alumnas bajaban las escaleras en fila de a dos, sumidas en un reverencial silencio. En los descansillos había siempre una Madre que lo mismo llamaba la atención de alguna de las niñas para que guardase mejor las distancias o para que no se distrajera con la promesa de diversión del patio. Envueltas en aquel silencio marcial llegaban al refectorio, que olía a sopa de tapioca. Cada una ocupaba el lugar que tenía asignado y esperaba la bendición en latín antes de sentarse a la mesa. Eran dos platos -el primero siempre de cuchara- y el postre. Las monjas se paseaban para garantizar el cumplimiento de las normas de urbanidad. A la que no se limpiaba los labios antes de beber o a la que bajaba la cabeza en vez de subir el brazo con el cubierto correspondiente, la reprendían en francés. La espalda nunca apoyada en el respaldo, el pan para empujar, la mano izquierda posada junto al servicio, la servilleta sobre el regazo…, eran principios para la construcción interior de las adolescentes. Mientras comían, una alumna –según riguroso turno que marcaba el orden alfabético de los apellidos- ascendía a una suerte de púlpito, abría una vida de santos sobre un atril tallado y comenzaba a leer allí donde se había quedado detenida la compañera del día anterior. Gracias a aquel soniquete, la generación de la posguerra conoció la vida y milagros de medio santoral. En Pascua, para festejar el triunfo de Cristo sobre la muerte, las monjas permitían el cambio de las sapienciales biografías por algún disco de música culta que las niñas se encargaban de traer desde casa.

13 abr 2012

Estoy convencido de que los programas de radio colocan un filtro –una amable señorita, un caballero con buenas maneras y voz neutral- antes de pasar una sola llamada del público a ese directo que algunos llaman “el espacio del oyente”. Si no, no se explica el habitual preludio a modo de <<antes que nada, deseo felicitarte por tu programa>> -o “pograma”, que es la manera incorrecta pero cercana de comerle la oreja al director y asegurarse unos minutitos de gloria sin interrupciones- con el que suelen saludar la mayoría de los llamantes. ¿Acaso alguno de ustedes se ha topado con un oyente que proteste por el sesgo del espacio o de la cadena en cuestión?

6 abr 2012

En cuanto el Gobierno nos ha dado a conocer los presupuestos generales de la cosa, me he alegrado de vivir en un país en crisis. ¡Loadas sean los números rojos si con ellos nos libramos, al fin, del dispendio y la regalía! Mucho me malicio que sin el agujero negro, aún seguiríamos jugando con el dinero público –que es de todos y de nadie- como si fuesen billetitos del Monopoli. De hecho los mandamases de lo público, engolados en su papel de repartidores de dádivas, se creían merecedores de que quebráramos la espalda a su paso, lo que propició que a su alrededor revolotearan pelotas y chupones, muy pronto devenidos en chorizos –qué bien los relata Galdós en “La de Bringas”-, que correteaban por los pasillos de Palacio, los del ministerio, consejería o concejalía en busca esa firma preceptiva que les asegurara la aparición en alguno de los múltiples boletines oficiales.

30 mar 2012

En un jardín frente a mi casa, han florecido los lirios sobre un bancal. Junto a las mimosas -que han diluido la intensidad de su nieve rubia-, los lirios son el primer reclamo de la primavera. La seda violeta de sus pétalos rompe los velones que forman las hojas largas y duras de un verde mortecino, vistiendo al parque de salpicones malva que traen el recuerdo de la Semana Santa, pues el viento cimbrea las flores como en Arcos de la Frontera mecen a un Nazareno ataviado con una túnica de terciopelo con las bocamangas bordadas en oro, un signo de piedad por parte de un pueblo que pide escaleras, año tras año, para adornar los pasos repujados en plata que sostienen la imagen del dolor, patética y enamorada.

2 mar 2012

Hay verdades que el tiempo se traga, vacíos para la Historia que nadie llenará, interrogantes baldíos porque no hay quien asuma una respuesta. Y quienes lo pagan, claro, son siempre los mismos, aquellos a los que no les queda nada que perder: ni pan ni honra. Y quienes se lo cobran, ¡vaya!, también son siempre los mismos: las administraciones de un Estado a punto de la quiebra, ávido de desplumar los pollos débiles del corral mientras gallos y gallinas sinvergüenzas se solazan al sol de todos los vicios.

Y para atajar este misterio, les diré que hay días en los que las empleadas del hogar, por costumbre en las familias de justo corazón, salen a tomar el aire, a juntarse con sus amigas, a soñar que se encuentran bajo las sombras picudas de las palmeras y no en el frío y duro asfalto de una ciudad europea. Esas mismas tardes son las que elige la policía -por orden municipal, por orden ministerial- para esconderse en los intercambiadores de autobuses urbanos, en las bocas del metro y en aquellos parques que los pobres inmigrantes escogen para solaz en mantel de plástico, bocadillos, limonada y partida de naipes.

24 feb 2012

Padres y madres andamos de cabeza desde que Arantxa Sánchez Vicario e Isabel Sartorius han entregado a la imprenta sus heridas infantiles. Ahora sólo falta que Joselito, “El pequeño ruiseñor”, regrese de alguna revolución selvática para contarnos que su declive se justifica por un padre pesetero, una madre sin escrúpulos.

Reconozcamos que esta venganza en cuché nos distrae del empacho de macroeconomía de cada jornada. Uno piensa en Arantxa y enseguida le viene al recuerdo la madre de la tenista, cuando desde la grada de Roland Garros o Wimbledon apretaba los dientes, como si la presión del marfil pudiera decidir la suerte de un taquicárdico “match point”. Arantxa fue su apuesta -también sus otros dos hijos-, la inversión de todas sus ilusiones, un cheque en blanco en la medida que iba sumando copas y ensaladeras.

23 feb 2012

A veces nos asaltan pensamientos asombrosos, como la repentina meditación sobre las edades de Jesús, quien a los quince había recorrido casi la mitad de su vida terrena, dato en sí irrelevante de no tener presente que su naturaleza divina estaba, de algún modo, sometida a su crecimiento como hombre. El destino en el Calvario se le debió de ir haciendo nítido en la medida que dejaba de ser niño para transformarse en adolescente, joven y, de seguido, adulto que estrena la treintena.

Aunque no tenemos datos acerca de la maduración de su alma humana, poco a poco se le tuvo que ir revelando su misión salvadora, pues todo en Él fue redención: la vida doméstica, el trabajo cotidiano en el taller, los años radicales de predicación y en el sacrificio total de su pasión ominosa. Desconocemos el tempo escogido por Dios Padre, pero no me descuadra la suposición de que con aquellos quince años -que en la Palestina del siglo primero era una edad mucho más grave que el torpe pavo que idiotiza a muchos púberes- la sombra de la cruz empezaba a crecer como destino seguro, por más que le horrorizara su sola consideración. Más de una vez Jesús niño y adolescente se topó con aquella tortura vergonzante: la exposición del reo a la curiosa turbamulta como animal despellejado y pronto para asar, las manos claveteadas en un madero transversal, los pies cosidos a un árbol muerto, el movimiento agónico del que se ahoga, las aves carroñeras oteando desde el cielo la promesa de pitanza... A Jesús joven, que a fuerza tenía que ser un muchacho manso, alegre y servicial, el corazón se le partiría de conmiseración al examinar aquel objeto de agravio y muerte que su sangre convertiría, en adelante, en adoración y vida.

17 feb 2012

Hay gestos que retratan una sociedad, ninguno tan llamativo como la disposición a la hora de arrimar el hombro.

Arde Atenas y mientras unos se preguntan cómo puede justificarse semejante pataleo público ante los ojos de una Europa con los bolsillos comprometidos, en buena parte, por el caos griego, otros jalean a los vándalos y se identifican con sus tropelías como si las piedras, las llamas y los policías heridos fuesen justa respuesta a las pretensiones de Bruselas por cobrar lo que se le debe. En España, aunque no han comenzando las algaradas, los sindicatos apuntan distintas posibilidades de pataleta frente a una reforma laboral impuesta por decreto ante su incapacidad para firmar un acuerdo que contribuya a sacarnos del pozo. Y como los de un bando político adivinan posibles réditos, se apuntan a la verbena a pesar de la huelga de brazos caídos con la que rubricaron sus años de gobierno.

16 feb 2012

Le hablaron al alevín ZP de muchas cosas importantes al mismo tiempo: quiénes son los Reyes, quién el abuelo fusilado por “rojo”, en qué consiste la Fiesta Nacional… Y se hizo un lío: odió a los Magos por ajusticiar a su abuelo en una plaza de toros. Sólo así se puede entender el encuentro con las víctimas del terrorismo, cuando confesó a la madre de Irene Villa sus pesadillas, de chaval, con un capitán Lozano al que el Presidente tiene aupado en un falso pedestal de heroísmo. Cuando RTVE cayó en sus manos, ZP dio puntillazo a las corridas de toros, privando a quienes sostenemos el insaciable agujero negro de la televisión pública de una tarde en la Maestranza, en Las Ventas o en la mismísima plaza de León, ruedo que celebra, desde hace tiempo, una larguísima tarde con ocho astados para cuatro matadores (y el capitán revoloteando por los tendidos; y Baltasar presidiendo al tiempo que Melchor abre la puerta de toriles y Gaspar azuza las mulillas cascabeleras).

10 feb 2012

Acabo de regresar de un viaje a una de las metrópolis europeas que dominaron el mundo. Los monumentos atestiguan aquel poderío del que restan unos pocos flecos. Sin embargo, por el corazón de sus calles pasea una mezcla racial fascinante, como si el calidoscopio humano fuese una venganza tardía frente a los siglos de dominación, las décadas de desprecio imperial que no deseaba mezclar la sangre blanca (que es roja, al fin y al cabo) con la negra, la amarilla o la mestiza (rojas también, por si alguien tuviese alguna duda).

Se me encendía un chispazo de asombro al contemplar los monumentos a los reyes y las reinas, a los militares de alto grado que condujeron la conquista de los tesoros de ultramar, a los bucaneros con galones que hicieron de los océanos el laberinto del pillaje… entre el indiferente ir y venir de esos ciudadanos que llevan el exotismo pintado en el rostro, los ojos negros como caparazones de escarabajo, los párpados oblicuos, la piel con pátina de ébano e, incluso, en la vestimenta de rincones que no conocen la tiranía de las modas.

27 ene 2012

Es un sacerdote mayor –he escrito de él otras veces- al que la diabetes fue dejándolo ciego, hasta que terminó por echarle un telón definitivo sobre sus ojos claros. Y es cordobés, de un pueblito fronterizo con la provincia de Sevilla, por lo que en su carácter se une la sapiencia y el gracejo, el buen tono y la alegría, además de un sinfín de virtudes humanas que hacen tan fácil quererle.

Le gusta rememorar sus años junto a un santo de altar, en Roma, cuando aquel grupo de jóvenes estudiantes de Teología pasaban hambre, frío, calor y todo tipo de penalidades que se les olvidaban en cuanto tomaban asiento alrededor del santo, al que le alegraban sus preocupaciones con canciones, números de festival y cadenas de chistes inocentes, que terminaban por convertirlas en ocupaciones hasta disiparlas en fraternales carcajadas. Después vino Irlanda, la clerical tierra de San Patricio, a la que llegó para susurrar en un inglés con acento andaluz que todos podemos aspirar a ser como Jesús, también quienes no han recibido órdenes sagradas o no han profesado ningún tipo de voto.
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