2 sept 2006

Ave Lucía, te saludaba Sergio Dalma hace un puñado de años. Ayer se coló en el dial de mi radio con su voz rota y con él te saludo yo también, aunque no te llames Lucía, porque eso es lo menos importante de esta historia. Eres joven, te gusta divertirte y lo vas a hacer durante estas vacaciones, aunque es posible que los devaneos de agosto te traigan consecuencias inesperadas, que llegado el mes de septiembre el Predictor se tiña de rosa y te anuncie, Ave Lucía, que vas a ser madre en el mes de las flores. Durante horas te pesará la angustia de un acontecimiento de gravísimas consecuencias y te sentirás sola, y te dolerá el miedo: a lo desconocido, a la reacción de tus padres y a la de tu novio, Ave Lucía, ese muchacho que hasta hoy te ha prometido la luna, pero que cuando se entere de tu preñez se convertirá en tu enemigo y en el enemigo del fruto de vuestro amor. Él te hablará, Lucía, de un hospital en el que solucionan este tipo de problemas sin que nadie se entere. Incluso se comprometerá a poner el dinero de la intervención, como si su gesto encerrara algo de generosidad. Y dudas, porque tienes amigas que han pasado por la misma experiencia y fueron impulsadas a esas antesalas del horror y ahora se despiertan de noche con la ausencia de la carne de su carne. Y dudas porque comienzas, Ave Lucía, a sentir el pálpito de una vida distinta, que ha buscado el nido de tu vientre para ir creciendo poco a poco y que necesita tus arrullos, tu cuidado, tus promesas de un futuro feliz, Ave Lucía. Te arrepientes de haber entregado lo mejor de ti a ese muchacho cobarde, de haberte dejado engañar por las noches de farra de agosto, pero sacas tus fuerzas de mujer, fuerzas que surgen desde el ser que albergas en tu interior y decides seguir adelante, a pesar de la oposición de tus padres, que no quieren sentirse señalados por tu pecado, bendito pecado, de amar a ese niño. Y te digo –te lo decía Sergio Dalma con una voz más sugerente que la mía- que ya no te llamas Lucía, sino Valiente, y te saludo como a los grandes héroes: ¡Ave Valiente! Y te ruego que consideres que aquí tienes un amigo, dispuesto a sostenerte, a sosteneros a los dos en este mundo enemigo de las mujeres bravas como tú.
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