Españolito que vienes

El gran Enrique García-Máiquez, una de las mejores voces de la nueva poesía, que es la poesía de siempre, estará de acuerdo conmigo en que la lírica –como las demás ramas del árbol del Arte- unifica criterios, por lo que tiene una función esencial a la hora de pacificar a los hombres. Antonio Machado con su humilde escuela en la muy humilde Soria de sus paseos y poemas, con su destierro pesaroso y triste, con su muerte casi abandonada, conmueve a hombres de izquierdas y de derechas y, sobre todo, conmueve al pueblo que lo lee o lo escucha en la voz de los trovadores. Y parecía don Antonio visionario de la España de hoy al hablarnos de ese niño que viene al mundo para encontrarse con un país dividido por el frío del odio. Se refería al pasado, a nuestra historia de trifulcas, al presente de sus versos en el que ricos y pobres, monárquicos y republicanos, patronos y obreros pretendían arrancar la razón al contrario. Y no es que Machado se librara del apasionamiento ibérico, ya que sucumbió en su momento a los guiños de la división y decidió tomar partido, pobrecito, lo que le supuso aquel exilio de pobreza, vejez, enfermedad y muerte.Después de la sentencia por el juicio contra los encausados del 11-M, toda España arde en banderías. Unos se apuntan a la oportunidad de las condenas, otros se la echan en cara a quien debería ser un aliado para convertir el gobierno en un servicio, los de más allá la interpretan como una revancha o como un punto y seguido antes del siguiente acto del combate. Las urnas están demasiado cerca, ya tienen fecha y de nuevo serán esas dos Españas que hielan el corazón las que pretendan llevarse el gato al agua con el “y tú más”, las que vean al adversario como a un enemigo que no merece nada, ni siquiera agua. Así que me entra también un anhelo lírico, pero no para que los nuevos españoles se preparen con temor ante el país en el que van a nacer, sino para que vengan al mundo dispuestos a hacer de la vida un afectuoso encuentro entre gente dispar.