16 ene 2009

La progresía es pura fachada, un desideratum de actitudes que la propia vida no permite realizar, un discurso huero de paraísos terrenales en los que, pretendidamente, se desborda la justicia en un mundo construido a la medida del hombre sin contar con sus limitaciones. Después del sueño soviético que provocó tanta muerte ha llegado la corrupción de las mafias rusas, esa que contempla salir el agua de sus griferías de oro, se viste los dientes con brillantes y compra la Costa del Sol a pedazos. Algo parecido sucede con los héroes de Suresnes, aquellos que despidieron al marxismo utópico para recibir al socialismo burgués. Por aquel entonces todavía lucían ropajes de proletario –la chaqueta de pana del tío Anatolio- y lanzaban el puño al cielo al entonar La Internacional. Pero estaban condenados a terminar sus días en la portada del ¡HOLA! presumiendo de amante en las playas del Caribe mientras los proletarios, los auténticos proletarios, se pelan de frío en la vieja España con la guadaña del desempleo pendiendo de un hilo.Felipe, Felipón, FG, González, Mister X, hace tiempo que se entregó a los placeres del bienvivir del más desdeñable capitalismo, por más que siga disfrutando de la bula de los que aún se proclaman progres y gustan abrazarse a los jubilados en los mítines de bocadillo y autobús. Da gusto verle con bermudas de palmeras junto a una titi en bikini, hacer maripandi con Mar Flores y otros personajes de la farándula de peluquería y ser el reclamo semanal de las revistas del corazón. De aquí a unos meses le veo de protagonista del anuncio de Ferrero-Rocher, de partener de la Preysler en las campañas de Porcelanosa o de presidente del jurado en el concurso de Miss España. Es el declive propio de un ideal que troca la biografía de Pablo Iglesias por una isla junto a la de Julio (total, se apellidan igual), en el que cabe el trilero que esconde las pretendidas bondades del Frente Popular bajo las comisiones por unas obras de metro, del tren de alta velocidad, de alguna concesión a un canal privado de televisión. Es el progresismo de salón, que se justifica con sudar las sobaqueras en un mitin de ciudad-dormitorio como precio para después surcar el mundo en jet privado hacia una nueva luna de miel.

Me encantaría escuchar a Carmen Romero, la de las jóvenas, una mujer que siempre ha aparentado dignidad. ¿Qué soltará su boquita del progre con el que ocupó La Moncloa? ¿Qué dirá del descamisado que ahora busca su hueco en el papel couché? Supongo que no será agradable probar la propia medicina que diseñaron para esta sociedad.
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