29 oct 2011

Aunque la definición se aplica, erróneamente, a una triste ocupación, “el oficio más antiguo del mundo” es el mío, porque desde que el hombre es hombre hemos necesitado desdoblar la existencia desde la rutina a la fabulación.

Da gusto contemplar algunos niños que fabulan a todas horas, magos que transforman el paisaje en un escenario cambiante para sus aventuras que, como pompas de jabón, explotan ante los requerimientos de los adultos para, enseguida, volver a mudarse en nuevos decorados de planetas imposibles, selvas, mares o desiertos que sólo ellos son capaces de ver.

Esos pequeños reflejan una concatenación que surge de los pueblos primitivos, a los que he tenido la fortuna de contemplar en algunas tribus africanas que se reúnen al crepitar de la hoguera –cazadores, guerreros, mujeres y niños- para escuchar en silencio de liturgia el relato de los mayores, relato que hunde sus raíces en acontecimientos que han heredado de generación y generación, enriqueciéndolos con las experiencias de los sucesivos narradores encargados de darles cuerpo sobre las lenguas móviles del fuego.Mi oficio es el primero que cada niño aprecia, ya que no hay noche en la que merezca abandonarse al sueño si antes un mayor no les ha narrado o leído un cuento. Apenas un leve comienzo da lugar a una recreación exclusiva, la que sugiere cada palabra en quien escucha, de tal manera que no hay un solo universo igual ante el mismo relato, llenándose el espacio de elementos, personas, voces y hasta pensamientos que dicen -y mucho- del componente espiritual de nuestra naturaleza.

Y porque mi oficio, el de novelista, es el más antiguo, la edición de un nuevo título –esta vez la suma de mil peripecias alrededor del mundo- me evoca una ilusión encadenada que se difumina en la noche de los tiempos, allí donde un animal bípedo recibió el soplo divino, clave para que comenzara la fabulación, metáfora a la vez de ese soplido, un golpe de aire que a los escritores nos permite elevar, de la nada, aventuras por las que navegan personajes de carne y papel.
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