23 dic 2011

Ante la sana borrachera que la JMJ contagió a los peregrinos, incluso a los que sólo tuvieron ocasión de disfrutarla a través de los medios de comunicación (una millonada, por cierto), no somos pocos los que nos preguntábamos de qué manera se podría mantener encendida esta llama que rejuvenece a la Iglesia porque la saca de los templos para convertir la fe en un modo de vida comprometido y alegre. Desde luego que no es posible organizar una convocatoria mundial todos los años. No hay empresa capaz de resolver un acontecimiento de semejante envergadura de manera continuada, y si no que se lo pregunten a los que hicieron posible el éxito del encuentro estival con el Papa, a pesar de los fallos y de los heridos que siempre provoca una organización caótica en la que no pocos se dejan llevar por el voluntarismo o por el celo del reconocimiento personal.
En España contamos con un día que hace posible renovar el ideal cristiano frente a una multitud. Y no es que nuestra fe tenga que ser necesariamente festivalera, pero el catolicismo se identifica con la universalidad, por lo que cualquier encuentro multitudinario nos ayuda a comprender que Cristo ha nacido para salvar a todo el género humano, sin ningún tipo de excepción. La ya conocida como Misa de las Familias transforma el eje Recoletos-Castellana en un templo al aire libre en el que es posible revivir, gracias a la fuerza del sacramento de la eucaristía así como al testimonio de quienes ofrecen su ejemplo, la alegría imperecedera que conlleva la fidelidad a Dios.

El recién enterrado gobierno de ZP tuvo mucho que ver con la génesis de esta fiesta. Congregar a las familias alrededor de sus pastores, del mismo Jesús sacramentado, era la manera lógica de responder a los agravios de unos políticos decididos a inocular múltiples venenos en la institución básica de la sociedad. Que la celebración continúe una vez se ha verificado el R.I.P de la banda de la ceja, es la confirmación de que la familia cristiana está por encima de las banderías políticas, de que los cristianos tenemos muchísimo que agradecer a Dios y que exigir a los hombres que nos gobiernan.
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