14 nov 2012


A finales de los 80 se hacían películas muy ingeniosas.

En el reparto casi siempre había una guapa muy guapa, como es natural, pero al actor principal se le permitía rozar incluso la fealdad si es que al interpretar garantizaba método y maestría, que son dos de las características de Bill Murray, un hombre con el rostro herido por un maldito acné juvenil, muescas que han terminado por arrinconarle en la bóveda de las estrellas.  Seguir leyendo en pdf.

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