Los norteamericanos
se adueñaron del cine, uno de los más sorprendentes inventos europeos, para
convertirlo en una industria de influencia y mucho, mucho dinero. A nosotros
nos dejaron la comedia local y, sobre todo, la pretensión de las películas
aburridas y la cultura de esas obras maestras que, sin embargo, apenas calan en una sociedad que, por
muy europea que sea, prefiere las grandes producciones selladas al otro lado
del océano, empachadas de efectos especiales, que ahora llevan el apellido de
lo digital.
Hace cuatro años John Malkovich sentenció la muerte
del negocio. Había viajado a Pekín para asistir al estreno de una de sus
películas, una cinta que había costado una cascada de millones y que prometía,
sin duda, una generosísima recaudación por todo el planeta. Apenas llegó al
hotel, con los ojos legañosos después del largo vuelo, el botones que le subió
el equipaje le felicitó por ciertas escenas. El actor no salía de su asombro:
<<pero, ¿cómo conoce usted esos detalles?>>. Entonces el ordenanza amarillo
se metió la mano en el interior de la chaquetilla para sacar tres copias pirata.
<<Si los delincuentes logran distribuir nuestro trabajo antes de su
proyección en las salas>>, concluyó Malkovich, <<¿quién se
arriesgará a poner un dólar en hacer una película>>.
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El oráculo del intérprete de Illinois
aún no se ha cumplido. Al menos, no del todo, pues la lluvia semanal de
estrenos sigue siendo copiosa, a pesar del brevísimo recorrido de la mayoría de
los títulos, especialmente los europeos y, muy especialmente –no me juzguen mal-,
los españoles, este cine patrio que tanto jalea el sector alrededor de la
entrega de los premios Goya, sin tener en cuenta que la mayoría de los
espectadores que acuden a las salas no muestran interés alguno en calibrar los
juicios de la Academia, porque les trae al pario el elenco de nominaciones,
incluso el podio de los ganadores, ya que no están dispuestos a gastar su
dinero en una producción cañí. Una pena, ya que nuestro cine, cuando está bien
hecho, le da sopa con hondas al manufacturado en Hollywood.