No sé si la Selectividad es la mejor manera de evaluar los conocimientos de
un bachiller como colofón a su paso por el colegio o el instituto. No sé si el
sistema es justo: muchos alumnos se juegan su futuro universitario a una carta,
dado el valor que tiene la corrección de dicho examen en el cómputo final de
una etapa tan importante como la que transcurre desde que un muchacho comienza
sus estudios secundarios hasta que recibe la media definitiva al final del
Bachillerato. Es el precio que pide la administración para que los adolescentes
puedan matricularse en una Universidad pública. Cada facultad o escuela marca su
nota de corte para admitir a los alumnos de primer curso, y en esa nota
Selectividad supone casi un 60% del total, frente al 40% de los méritos
demostrados en la última etapa escolar. El 60% de un único examen (repartido en
dos o tres días) y el 40% de dos años de pruebas continuadas, exámenes
parciales y exámenes finales. ¿Ecuánime? Que juzgue cada cual.
Seguir leyendo en El Correo de Andalucía.
Son pocos los chicos que no aprueban Selectividad en la primera o en la
segunda convocatoria. De hecho, el examen puede superarse con un cuatro, el
“insuficiente” de toda la vida. El problema llega con las décimas, porque décima
arriba, décima abajo se resuelve el destino de muchas vocaciones (sobre todo
científicas) ante la limitación de las aulas, en las que caben los alumnos que
caben. Si la Universidad pública no fuese puchero para todos sino para la élite
de jóvenes con condiciones, cualidades y espíritu universal, otro gallo
cantaría en este país repleto de diplomados y licenciados en paro o ejerciendo
oficios que nada tienen que ver con las aptitudes logradas durante su paso por
el campus. En este sinsentido, Cuba es España con más negritos, España es Cuba
con más salero.
0 comentarios:
Publicar un comentario