12 jun 2017

No sé si la Selectividad es la mejor manera de evaluar los conocimientos de un bachiller como colofón a su paso por el colegio o el instituto. No sé si el sistema es justo: muchos alumnos se juegan su futuro universitario a una carta, dado el valor que tiene la corrección de dicho examen en el cómputo final de una etapa tan importante como la que transcurre desde que un muchacho comienza sus estudios secundarios hasta que recibe la media definitiva al final del Bachillerato. Es el precio que pide la administración para que los adolescentes puedan matricularse en una Universidad pública. Cada facultad o escuela marca su nota de corte para admitir a los alumnos de primer curso, y en esa nota Selectividad supone casi un 60% del total, frente al 40% de los méritos demostrados en la última etapa escolar. El 60% de un único examen (repartido en dos o tres días) y el 40% de dos años de pruebas continuadas, exámenes parciales y exámenes finales. ¿Ecuánime? Que juzgue cada cual.

Seguir leyendo en El Correo de Andalucía.

Son pocos los chicos que no aprueban Selectividad en la primera o en la segunda convocatoria. De hecho, el examen puede superarse con un cuatro, el “insuficiente” de toda la vida. El problema llega con las décimas, porque décima arriba, décima abajo se resuelve el destino de muchas vocaciones (sobre todo científicas) ante la limitación de las aulas, en las que caben los alumnos que caben. Si la Universidad pública no fuese puchero para todos sino para la élite de jóvenes con condiciones, cualidades y espíritu universal, otro gallo cantaría en este país repleto de diplomados y licenciados en paro o ejerciendo oficios que nada tienen que ver con las aptitudes logradas durante su paso por el campus. En este sinsentido, Cuba es España con más negritos, España es Cuba con más salero.



0 comentarios:

Publicar un comentario

Subscribe to RSS Feed