En la que llaman la Buchinguer
buscan amparo hombres y mujeres cansados de vivir bien, capaces de pagar una
fortuna para que en unas semanas de tratamiento les quiten esos kilos que les
han costado una fortuna adquirir (la vida social te obliga a eliminar a precio
de oro aquello que has tragado con satisfacción). Fortuna por fortuna, ningún
paciente es tan insensato como para hacer la media de lo que cuesta cada gramo
en el continuado ensanchar y estrecharse de la tripa a causa de excesos de
grasas saturadas y alcohol, de verduras y peces hervidos. La limpieza corporal
es necesaria para que el ritmo de los saraos no cause un colapso, pues no hay
nada menos elegante que morir reventado de puro regocijo.
De limpiezas van estas líneas porque todos estamos necesitados de un lavado
a fondo. En este caso, un lavado mental de la marea de Puigdemont y sus
secuaces que nos colapsa los teléfonos móviles desde hace semanas. Lo que al
principio nos parecía hilarante se ha convertido en una saturación. De hecho,
apenas nos quedan ganas de abrir el wasap cuando descubrimos que el remitente
es uno de tantos que no cejan en su empeño de perturbar la paz del mundo a base
de memes, chistes fotográficos, audiovisuales o meramente sonoros, como si su
reenvío de gracietas fuera la
avanzadilla de una guerra.
http://elcorreoweb.es/opinion/columnas/limpieza-mental-BC3510605
Y con los chistes, las encuestas, reenviadas con la ansiedad de quien se
encuentra encadenado en el interior de una casa en llamas. Vota sí; vota no.
Sin pensar en la necesidad, en la fiabilidad, en la objetividad, en el efecto. El
tráfico de datos crece en una infinita longaniza vegana cuando apretamos el
“sí” o en el “no”, cual soldados en esta batalla digital, antes de reenviar la
espiral infinita de indignación.
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