Montoro es más que el apellido del ministro temido. Es más que una broma
sostenida en el tiempo por José Mota. Montoro supera las admoniciones de
cualquiera de los tertulianos que ocupan los análisis y debates de la radio y
la televisión. Montoro es más que una metáfora del hombre del saco, del coco,
de la bruja Maragata, de Luis Candelas y de todo el bestiario de monstruos,
alimañas y bandidos que se manifiestan por la Gran Vía sacudiendo sus carracas
terroríficas. Montoro es un símil del caco de Ibáñez, del asaltador de
chimeneas, del quinqui y del lagarto de guante blanco o de medio pelo. Montoro
es la depreciación de la economía doméstica, una jodienda que no mengua sino
que aumenta a golpe de impuesto directo, indirecto y mediopensionista. Montoro
es un atraco legal justificado por los votos. Mejor, justificado por este
sistema que nos dimos para sentirnos, al fin, un pueblo libre, una nación
moderna, un pedazo de Europa. Montoro es el precio por presumir del Estado del
bienestar. Es la cuota superlativa con la que sostener la educación, la
sanidad, lo que nos queda de las empresas estatales y de las participadas, el
maremagno de las autonomías y hasta los trajes, vestidos y peluquería, gastos
de representación por parte de la miríada de cargos públicos reconocidos por
cada una de las leyes que desarrollan nuestra Constitución. Montoro es el miedo
a enfrentarse a la ola gigantesca de los que mandan. Es el canguelo ante la posibilidad
de sufrir una paralela, al inspector de Hacienda, a la multa y, quién sabe, a
la cárcel. Montoro es un impuesto aquí, una tasa allá. Montoro es el cling-cling en la cascada del dinero que
se nos quita. Y la injusticia de sufrir diecinueve tributos distintos de
sucesión, tantos como leyes autonómicas y forales reinan en este país.
http://elcorreoweb.es/opinion/columnas/montoro-es-poliedrico-KB3982387
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