21 jul 2000

Está caliente el debate de que ha comenzado un nuevo modelo de televisión, que hay un antes y un después de "Gran Hermano". Las cadenas se han puesto nerviosas porque el éxito del "experimento sociológico" les ha sorprendido produciendo series de situación (más médicos de familia y farmacias de guardia), de altísimo presupuesto y éxito no del todo asegurado a pesar de la conquista del mercado latinoamericano de televisión. "Gran Hermano" ha creado jurisprudencia televisiva, y hoy la cadena que quiera llevarse el "share", la cuota de pantalla y todos esos términos que examinan la rentabilidad del ocio, necesitan su propio "experimento". A los actores les tiemblan los huesos, porque en cada hogar hoy se canta aquello de "ha nacido una estrella"; basta con que un notario elija tu carta o que tu rostro guste al del casting, para que la vida te dé un giro de 180 grados.

Este nuevo modelo de televisión ha desterrado a las escuelas de interpretación, los doce años de figurante en anuncios y las recomendaciones del mismísimo Marcillach, que eran los pasos clásicos de todo aspirante a actor. Hoy basta tentar la suerte para que el ama de casa se despida para siempre de los guantes de fregar y se convierta en primera actriz de dramas y comedias, tal como lo atestiguan las escenas que hemos visto, en las que incluso una prostituta tiene ocasión de redimirse en vivo y en directo. Vaticino que seremos testigos del primer disco de esta señorita y hasta de la inauguración de su propia agencia de modelos; al tiempo. Algunas madres susurran a sus hijos opositores que dejen de perder pelo frente a los libros de Derecho, pues les ha llegado la hora de codearse de igual a igual con los grandes divos del couché. A este paso, conscientes de que nuestra memoria colectiva es muy débil, en unos meses no sabremos distinguir quién consiguió más méritos para alcanzar la gloria: si Fernando Fernán-Gómez o ese Jorge que anda componiendo frases lapidarias (¿no habrá quien esculpa aquello de la "simbiosis" sobre el túmulo de su esposa fallecida? ¿No será la de la "pierna" la frase con la que arranque alguna novela para la historia?)
A pesar de lo escrito, no puedo imaginarme la programación atestada de "experimentos sociológicos", así que discrepo de quienes anuncian un capítulo nuevo y definitivo en la televisión. Reconozcamos que "Gran Hermano" ha contado con la oportunidad de la primicia y que el lupanar por el que se movían algunos de sus concursantes despertó el morbo de los telespectadores. Ese morbo no buscaba tanto encontrarse de sopetón a Iñigo con el culo al aire, sino sorprenderse con las averiguaciones de que entre los inquilinos de la casa había dos mujeres de mal vivir, que otro confesara su estancia en el talego, que al padre de aquel le hayan juzgado por traficar con droga, o que la que al principio tenía todas las papeletas para ser eliminada esté a punto de llegar a la final.

Visto el reguero de miserias expuesto durante los últimos tres meses en los hogares de veinte millones de españoles, sospecho que el asunto no da para más, aunque ahora traten de acoplar la fórmula a un autobús o a una isla del trópico. Reconozcamos que, salvo las ocasiones en las que descubrimos los turbios pasados de los habitantes de la casa, el "experimento sociológico" sólo provoca bostezos. Un amigo mío dice que los concursantes se enamoran unos de los otros por puro aburrimiento, y que han recibido órdenes de realización para comenzar tan apasionados romances, pues el juego traerá consigo exclusiva millonaria de boda y divorcio. Lo que es innegable es el éxito de audiencia y el residuo de vulgaridad que se ha impregnado por nuestro país, hasta el punto que los conductores de nuestras ciudades no sienten reparo frente al coche del vecino cuando en los semáforos se hurgan la nariz.

Motivados por el éxito, los productores de los "experimentos" que se avecinan podrán exigir que los nuevos participantes sufran complejos certificados por psiquiatras o inventarse escenarios inverosímiles: hoteles, prisiones incluso, un manicomio... Podrán empujar a la fama desde a grises hombres de oficina hasta a chorizos de barrio con condenas reemplazables por una buena interpretación frente a las cámaras, lo que quieran, pero cuando nos hayamos empachado de tanta estrella anónima volveremos a las fórmulas de siempre: ocio, entretenimiento, cultura, risa, lágrimas y misterio.
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