6 oct 2000

Los periodistas nos significamos muchas veces por hurgar sin pudor en los sentimientos del hombre, y para ver recompensado nuestro historial somos capaces de mostrar al ser más perverso, al personaje más oscuro, al más rocambolesco y al más ambiguo. Nos gusta pasear por el zoológico de las miserias humanas y contar que hemos conocido, entrevistado y analizado a un asesino múltiple, a una loca que se cree hija del Zar, a un millonario amargado en su riqueza o a un enfermo que tiene el cuerpo extrañamente enroscado en sí mismo. Pero hay periodistas que rechazan ese viaje al horror del sufrimiento gratuito, incluso algunos que han emprendido otra búsqueda, la de la nobleza del hombre, y recorren los caminos para encontrar aquellas personas que son un ejemplo para este mundo en crisis, que teme al dolor y sólo encuentra satisfacción en la felicidad pasajera.

En Pamplona vive un hombre, se llama Luis, al que le faltan unos años para los cincuenta. Es médico, le gusta ir al monte a por setas y charlar con la gente. Es una persona enamorada de la vida, y su rasgo más significativo es una sonrisa que le surca el rostro. Se escribe con el actor Cristopher Reeve (Superman en la pantalla), y es que sus vidas tienen dos puntos en común y un mismo sufrimiento: desde un fatídico accidente, ambos han dejado de moverse, y desde aquel accidente no han cesado en su lucha por vivir, pese a las limitaciones físicas.
Luis vive "sobre ruedas", en una silla mecánica especialmente diseñada para él. Con ella se desplaza por la Universidad, ya que es capellán de la Facultad de Derecho, y es que Luis es sacerdote. Aún sin mover el cuello, ni los brazos, ni las piernas, Luis vive apasionadamente su oficio: celebra misa, pasa horas en el confesionario y recibe a muchos estudiantes, porque es un cura que despierta la curiosidad y, después de conocerle, una enorme simpatía que difumina la compasión que de natural infunde una persona postrada.

Es consciente de que sus manos no pueden empuñar un bolígrafo, así que se ha adaptado a la era de la informática avanzada, y con un sorprendente programa de soplidos a través de un tubo, escribe con el ordenador. Ha publicado la historia de su accidente, en donde recoge todas las razones que le empujan a vivir, libro que se ha traducido con éxito al francés, y está preparando una colección de homilías, porque lo suyo, más que relatar su vida, es predicar. Y no sólo eso, ya que durante sus etapas en el hospital -que son frecuentes y prolongadas- ha compuesto su propia página WEB. En la misma, no sólo podemos leer los pasajes de su biografía, sino profundas reflexiones sobre el sentido del dolor y de la esperanza. Luis también ha condensado las oraciones de siempre, poniéndolas a mano del internauta, con el corazón dirigido a tantos enfermos que sólo tienen la ventana de la red para viajar. En otro rincón de su WEB, ha compuesto un apartado sobre el Jubileo 2000, en este año de larguísima fiesta y, además, recoge una colección de meditaciones sobre los aspectos más variados que inquietan al hombre contemporáneo, ya que su parálisis no le impide estar al corriente de la calle. Por último, ha abierto una sección especial donde recibe preguntas, miedos, zozobras e ilusiones de sus lectores electrónicos, lo mismo de aquellos que, como Reeve, sufren una limitación aguda, como de aquellos otros que padecen un cáncer, una depresión o la pérdida de un ser querido. Pero no hay que ser un sufridor para comunicarse con Luis, porque, como os decía, es médico, le encantan las setas y charlar con la gente, y hasta de los paseos por el campo es capaz de sacar un buen consejo, porque es sorprendente la vitalidad que infunde, a pesar de su parálisis total, tanta pasión por la vida que cuando estuve conversando con él llegué a olvidarme de su enfermedad, asombrado con aquel caudal de optimismo. No de candorosa alegría bobalicona, porque Luis sabe que su vida pende de un hilo y con demasiada frecuencia su estado de salud avisa de que se puede marchar al cielo en un momento, sino de optimismo cabal y consciente de que "este mundo es pasajero. Pero no pienso en el cielo para consolarme, sino para confiar más en Dios y tratar de hacer las cosas bien hasta el día que El me llame." Hay una dirección en la red donde encontrar sentido a la vida: www.unav.es/capellania/ldm
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