26 ene 2007

Prisa y sus tentáculos de muerte. Su labor periodística es como el aliento helado de la nada. Las portadas de su diario independiente de la mañana, son los empujones que derriban a los moribundos al socavón del pudridero. Es la cultura del osario, de la gusanera. Es la apuesta por la fetidez, por el “ya hiede” con el que los amigos del Nazareno le desanimaban a que se acercara al sepulcro del amigo.

Lanza El País una noticia luctuosa que sabe a delito, y todas las pantallas planas se pueblan con el rostro amable de Madeleine, la última heroína del santoral de la parca. Era francesa, sufría una enfermedad degenerativa, militaba en esa guarida de desaprensivos que defienden algo así como la “muerte digna”, y se llevó tres compañeros de locura a que contemplaran su suicidio ante el objetivo de la cámara amiga del periódico. Y su historia, que es la historia de la más lamentable de las derrotas -¡qué pena no haberte conocido, Madeleine, para regalarte todo nuestro amor!-, Prisa la ha vestido con el grotesco disfraz de la piedad. “Vete en paz”. “Cuando veas una nube regordeta, sabréis que soy yo”, rezaban los sumarios del reportaje. Pero Madeleine era algo más que un grumo de vapor: era un ser humano perdido en los postulados de una sociedad corrompida. <<Pese al crucifijo, se considera no creyente>>, titulan una de sus últimas fotografías, porque la fe que defiende la dignidad de la vida es el peor enemigo de estos bárbaros bien alimentados.Prisa hace causa común con el ángel exterminador. Para ellos, la democracia no se asienta sobre la vida, sobre el cuidado de quienes sufren, sino sobre la asepsia de los mataderos racionalistas. Aborto, destrucción embrionaria, clonación terapéutica, eutanasia y hasta juegos de naipes con los terroristas. Esa es la base de su paraíso terrenal, y nos lo cuentan como el que narra a sus nietos “Caperucita Roja”, destacando la buena ciudadanía de quienes suministran el veneno, de quienes introducen la sal abrasante en el útero, de quienes ni siquiera recuerdan a sus compañeros de batalla que fueron tiroteados en la nuca.
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