2 feb 2007

Estrella Morente va a cantar en Nueva York, que es el destino soñado de todos los artistas. Allí se hizo famosa la Piquer. Allí se fraguó el mito de Manolo Caracol. Allí tembló Manhattan con la raza volcánica de Lola Flores. Allí se rindió el público a Rocío Jurado... La Morente subirá a la estela de tan grandes artistas para hacer de su voz una leyenda, algo que sólo puede alcanzarse en esa ciudad que roza el cielo como una nueva torre de Babel en la que se mezclan culturas. Desde que los carteles del Town Hall anuncian su nombre, los flamencos que emigraron a la Gran Manzana rumian la expectativa de que, durante unas noches, el East River se doblegue al embrujo del Guadalquivir, de que el skyline quede subyugado por las sombras de las cuevas del Sacromonte gracias a los palos que desgranará la garganta preciosa de la granadina.

Hace dos años Estrella Morente tuvo que suspender el primer contrato que su representante firmó en los Estados Unidos. Estaba preparada para alcanzar la gloria, pero ella decidió que la gloria podía esperar sentada un ratito, porque estaba embarazada y aquella criatura que taconeaba en su vientre con deje de martinete era mucho más importante que un teatro neyorquino a rebosar, que los oles teñidos de nostalgia de todos los flamencos juntos que añoran, frente a la Estatua de la Libertad, el sabor de Andalucía.Ahora que es madre por partida doble, Estrella Morente asegura que sus cantes le nacen de dentro, de su propia maternidad. La renuncia al aplauso sólo le ha deparado alegrías, que es lo único que los niños esconden en su desnudez de recién nacidos. Por eso Nueva York se rendirá a la cantante, que en todo este tiempo ha enriquecido su garganta a base de nanas.

Nueva York puede esperar frente a la esperanza de un hijo. Gracias, Estrella.
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