8 may 2007

<<Así son las cosas y así se las hemos contado>>. Sáenz de Buruaga logró lo que pocos conductores de informativos: ser reconocido. Y no sólo por la frase magnética con la que rubricaba sus informativos, sino por un estilo diferente que sirvió en bandeja de plata el éxito a Matías Prats. A base de ingenio y distingos, Antena 3 consiguió vencer por primera vez en la historia el imbatible liderazgo de los Telediarios de la 1, canal en el que también recaló el periodista que más bilis ha generado en los cincuenta años de televisión en España, Alfredo Urdaci, famoso por haber servido de pim-pam-pum a las hordas de Rubalcaba en los días más negros de nuestra democracia. Él puso de su parte, lo reconozco, pues le gustaba bailarle el agua al poder. Sin embargo, los matones que confundieron a la gente de bien extralimitaron el gustirrinín con el que el navarro leyó aquella sentencia que reconocía el derecho a restitución de imagen para “ce-ce-o-o” frente al ente público.

Mucho me malicio que Urdaci aún no se atreve a salir a la calle a pecho descubierto. Lo juzgo prudente, sobre todo después de escuchar las arengas semanales de Pepiño Blanco. Comprendo, entonces, su refugio en una cadena local de segunda categoría, en la que entrevista a tonadilleras.Buruaga también ha recalado en un canal menor, pero su programa suscita el interés de los que viven fuera de Madrid y disfrutan de una pantalla plana con diversidad de ofertas, ya que dirige el debate político más divertido de la televisión. Ernesto pone cara de bueno mientras La Albondiguilla hace rodar su mal estilo frente a las argumentaciones de quienes se oponen a este gobierno incalificable. En todo caso, le cabe el éxito de una nueva pareja televisiva, Hermann Tertsch y el ya citado Albondigón. Da gusto –hasta regocijo- ver a un hijo pródigo de la libertad enfrentarse a la madre de todos los argumentarios zapateriles. Hermann cita, la Iglesias embiste con toda su redondez y comienza una serie escalofriante de molinetes dialécticos. Y Buruaga enfrente, disfrutando de la suerte. ¡Que le den las dos orejas!
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