21 dic 2007

Antes de que tuviese una pantalla plana, mucho antes de que las imágenes bucearan en el litio, cuando la televisión llegaba a través de un tubo con 365 líneas, el telediario ofreció el suicidio de un norteamericano. Aquel día, años antes de la noche de Alcaser, se rompieron todas las barreras. Desde entonces los almuerzos de quienes comen junto a la caja tonta se han convertido en un buffet de raviolis y ejecuciones, de sopa y bombazos, de pechuga y cuerpos despedazados. La sangre es el líquido que bombea nuestras pantallas planas. Sangre de culpables e inocentes. Sangre que logramos digerir junto a la ensalada. Un poquito más de sal, por favor. Un poquito más de muerte, por favor. Y ya ningún presentador advierte de que las imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador porque el espectador perdió la sensibilidad como se pierde la virginidad: para siempre. Los noticieros huelen a piel quemada, a pellas de carne y a fútbol. Extrañas noticias estas que mezclan las declaraciones de un entrenador con los sesos reventados de cualquier desgraciado.

Sin embargo, sólo Intereconomía TV ha contado el aborto en imágenes. Primero la solución salina que abrasa al niño en el vientre de la madre. Después la inyección para que el útero dilate. El útero, el abrazo con el que la naturaleza sostiene la vida, se dilata para escupir un hijo muerto, quemado con la frialdad de un telediario repleto de muertos. Pero sólo Intereconomía TV nos ha mostrado las imágenes monstruosas, inolvidables, de Saturno devorando a sus hijos porque comerse al nasciturus es lo único que les falta a esas clínicas después de partir los huesos de las criaturas y triturar su vida inocente en una máquina de picar.Quiero ser padre y madre de todos esos niños que nunca verán un telediario, que nunca comerán la sopa entre guerras y estraperlos, que nunca pelarán una naranja frente a las declaraciones insulsas de un lateral izquierdo. Quiero ser padre y madre de todos ellos, útero que no los vomite hacia la muerte sino que les conserve para el juego, el abrazo y el beso.
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