14 dic 2007

Hay que tender un cordón sanitario, sí, pero no alrededor de ningún partido político que cumpla con las normas del sistema. El cordón hay que tenderlo alrededor de los dorados, por más que desde hace unas Navidades apenas se vea ya una sola ristra de brillante espumillón. Es más, si alguien sigue colocando espumillón en casa le libraremos de la dichosa cuerda, aunque sólo sea por fastidiar.

Cuando hablo de marcar distancias, de excluir, me refiero a ese tono áureo que metaliza mi pantalla plana durante las semanas previas a la noche de Navidad y que aún resiste a disolverse en el gris de enero hasta que pasa la fiesta de los Reyes Magos. Me refiero, ustedes lo saben porque también la sufren, a esa manía persecutoria del color metalizado que de pronto se humaniza en las burbujas del champán, muchachitas de buen ver algo estúpidas (juzgo lo que veo) a las que gusta gritar mientras van y vienen, saltan y se sumergen en el noble alcohol burbujeante. Definitivamente, desde que una Navidad tras otra nos deslumbran con sus vestiditos de plexiglás tintado de purpurina hay que colocar el cordón sanitario, llamar a la Cruz Roja o a la Media Luna del mismo color para que las saquen, aunque sea a la fuerza, de nuestras pantallas líquidas y se larguen con todos los horteras que se calzan un smoking para celebrar no se sabe qué, entre láminas y chapas gualdas, con brindis a diestro y siniestro por no se sabe qué razones mas allá que porque lo dice la tele, que a la hora de festejar sabe sacar sus mejores galas (¡horreur!), sease una tal Igartiburu en tonos dorados, copa de cava en ristre, deseándonos lo mejor de lo mejor. ¡Y usted que lo celebre!Hay que tender un cordón sanitario con urgencia antes de que sea demasiado tarde y la mula y el buey sean definitivamente desterrados, antes de que la Sagrada Familia tenga que buscar el exilio forzado desde nuestros corazones a los de aquellos países en los que el oro es signo de una maleducada ostentación. Las burbujas espumeantes acabarían entonces entre la Bardén y la caspa de ese actor argentino al que se le ocurrió la feliz idea del cordón.
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