11 abr 2008

No me canso de repetir que internet ha cambiado el mundo de los escritores. Antes, los novelistas se pasaban las mañanas encerrados en un estudio o garabateando sobre la mesa de un café. Si llegaban a publicar sólo tenían ocasión de intercambiar pareceres con sus lectores durante las firmas en las ferias, las librerías o los grandes almacenes. Y de todo esto no hace mucho. Yo mismo lo conocí..., hasta que apareció esta conexión universal a través del ordenador y proliferaron las páginas web y eso que llaman blog (qué pena tanto palabro que no nos corresponde) hasta el punto de que hoy el novelista y el articulista de prensa pasa tanto o más tiempo contestando a las sugerencias de sus lectores que elaborando obra nueva. De esta manera uno conoce de primera mano la impresión directa de su trabajo, lo cercano o lejano que se encuentra de la sensibilidad de quienes buscan su literatura como escape. La obra literaria ya no conoce los límites del papel de periódico, de la edición en cartoné: la red de redes invita a todo tipo de lector en todos los rincones del mundo y el escritor llega hasta la tierra Austral con solo apretar un botón.Todo esto para decirles que me escribe desde Venezuela una joven universitaria que ha decidido poner tierra de por medio a causa del gorila rojo, ese bravucón que se ha erigido en jefe de manada a golpe de golpe para regir el país con puño de hierro y piquito de oro, aplastando todo signo de libertad en esa tierra noble y hermana, caribeña y andina al mismo tiempo. Y me escribe porque encontró un artículo mío en las páginas infinitas de internet (la biblioteca inabarcable de Borges es ya una realidad) en el que hablaba con aliento y admiración de las personas que son capaces de dejarlo todo (pasado, familia, raíces…) por necesidad y se atreven a cruzar aire y mar para comenzar una vida nueva en tierra extraña.

Mi recién estrenada amiga me confía su temor a que la rechacemos, a que la juzguemos a causa de su acento y del malgobierno de quien les malgobierna. Le he transmitido que su acento es una riqueza que conserva, entre otras cosas, un castellano mucho mejor hablado que el nuestro. Y el gorila es una pesadilla que les ha caído encima sin merecerla. Así que bienvenida, amiga.

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