4 jul 2008

El sábado pasado enseñaron el plumero rezumante de vicio retorcido y nauseabundo. La verdad es que no me gustaría escribir sobre ellos. Preferiría dedicar estas líneas al fútbol, a la fiesta que cubrió España de colores rojo y gualdos, del orgullo en plural que enseñoreó los corazones gracias a un deporte con el que el pueblo se identifica como en tiempos pretéritos se identificaba con sus ejércitos. Pero apareció un portavoz de uno de los innumerables “colectivos” (asco de palabra mancillada) de gays que han poblado nuestro país como termitas destructoras comedoras de carroña, para defender a bombo y platillo su derecho a mantener relaciones sexuales con menores, ya saben, a conquistar con vaya usted a saber qué miserables triquiñuelas la voluntad de un niño para sodomizarlo detrás de un seto o en un camastro de pensión o en el propio piso del pederasta, vamos, con toda la protección de la ley.Según el menda, un tal Jaime Mendia que es carne de psiquiátrico o de cárcel, en el sexo con niños <<no siempre hay abusos (...) porque todas las personas tienen derecho a disfrutar de la sexualidad (supongo que pensará en su disfrute, canalla), también un niño de ocho añitos, al que la sociedad actual le niega ese derecho>>. Su declaración de intenciones me ha recordado un viaje que hice a Filipinas. El avión hizo escala en Bangkok, donde se apearon muchos turistas varones. No sé si Jaime Mendia formaría parte de aquella expedición tan sospechosa de buscar sexo infante por los barrios rojos de Tailandia, si entre sus presas habría planeado conquistar a algún niño de ocho años al que la sociedad asiática hace la vista gorda ante la práctica del sexo con adultos degenerados a cambio de unos billetes sobados.

Quisiera escribir del fútbol, de la fiesta común que nos ha lanzado a festejar el triunfo por las calles, pero aparecieron los gays el día de su orgullo para pedir meter mano a los pequeños en los rincones prohibidos de los parques y el corazón se me nubló. ¿Dónde está el Defensor del Pueblo? ¿Dónde el peso del código penal? ¿Dónde un juez decidido a proteger a tantos indefensos? ¿Dónde un homosexual con sentido de la responsabilidad?

Cuando el gobierno de ZP aprobó su “matrimonio” homosexual y Zerolo se convirtió en adalid de los pobres sodomitas que precisan un día para subirse a una carreta y desfilar con el culo al aire, varias personas comentamos que algún día veríamos la proclamación pública del derecho a la pedofilia. Nunca imaginé que fuera tan pronto.
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