29 mar 2012

Ya no quedan piedras
de molino.


Que ahora se muele con aspas mecánicas en el interior de un aséptico silo de metal, que ni polvo de harina suelta, señores, todo limpio y brillante como los chorros del oro y olé, viva Triana... Tal vez sea la falta de esos dos buenos torteles de granito –uno gira sobre el otro, machacando el cereal– lo que hace que el ramerío televisivo se encuentre desbocado en los horarios infantiles. Un ramerío de colorines, chillón, maquillado y verbenero, como de salita en casa de lenocinio, pianola y riña de putas que sueltan insultos –¡y tu madre más!-– evacuaciones sobre honrosas parentelas (al putón de la tele puede circularle sangre azul), el palabrerío canalla y el vuelo de alguna que otra escupidera.Seguir leyendo en PDF
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