Es el viaje del verano.
Mi viaje; recorrer España de rabo
a cabo: desde las marismas salitrosas de Cádiz a los jugosos
verdores de la montaña cántabra, con Madrid como punto
de salida y retorno. Y es al volante cuando el pensamiento arranca, a pesar de que uno de mis ojos siga
el trazado de asfalto mientras el otro busca por el
arcén esas cajas metálicas que no tienen más propósito que terminar de sacarme la hijuela (después
de la subida del IRPF, del IVA y de tantos gravámenes indirectos), no vaya a ser que en un momento
de ensoñación pise el acelerador sin darme cuenta (ocho kilómetros, 10, 12 más de los indicados por
el Código de Circulación) y vuelva a convertirme
–para la Administración– en un maldito que merece rescatar su honra con un sablazo de aquí te espero... Seguir leyendo en pdf