No sé cómo lo hago,
pero siempre llego tarde.
Es el sino de los padres de familia, obligados a someter nuestro tiempo de ocio a las necesidades de los pequeños. Por
eso habían pasado unas semanas del estreno cuando al fin me senté cómodamente en la butaca, decidido a disfrutar de
la enésima entrega de James Bond, con la
que se conmemora su quincuagésimo
aniversario. Una confidencia: borda su papel de villano, pero, más
allá de la naturaleza moral del personaje, qué feo es Javier Bardem filmado de cerca, y no es culpa del tinte rubio con el que se encaprichó el director ...Seguir leyendo en pdf.