Con demasiada frecuencia
se nos olvida.
Que la vida es un viaje, por más
que lo iniciáramos en la inconsciencia de la primera infancia y
muchas de sus etapas se nos difuminen por el sopor de la monotonía. Pero eso no resta crédito a la autenticidad de nuestro
periplo a través de los años, a nuestra
querencia hacia esos paisajes en los
que deseamos echar un ancla definitiva, por más que sean decorados
móviles de este paseo en el que nada en absoluto
,
,
cuánto menos el éxito o el fracaso, caras
de una misma moneda que enseguida cambia de mano y que
apenas sirve para subir o bajar las
poleas de una nueva tramoya. .Seguir leyendo en pdf