25 ene 2014


La mano izquierda de Rafa Nadal es el precio del triunfo. Sin dolor, ténganlo por seguro, no se llega a ninguna meta que merezca la pena. En el caso del tenis -de cualquier otro deporte- el dolor corresponde precisamente a los límites de la máquina humana. Cuando nos ponemos a correr, no hay duda, nos cansamos. Y si la vida que hemos elegido gracias a nuestras dotes innatas y al durísimo entrenamiento, tiene como herramienta una raqueta, ampollas, rozaduras, erosiones, desgarros y hasta fracturas serán el pan de cada día. Se siente, pero no hay otra escalera que conduzca al podio. 
También se sufre para conseguir una plaza en la administración, pues no cabe otro camino que el estudio, que también es un dolor, en este caso intelectual, salvo que uno sea primo de la cuñada que trabaja en el ayuntamiento, la junta o la diputación, que entonces caben atajos para quienes no saben hacer la o con un canuto. 
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Y para que los números salgan en cualquier pequeña, mediana o gran empresa, sin horas más allá de las reglamentarias no hay tu tía que no te empuje a la ruina. 
También los escritores debemos pagar el tributo del dolor, que no son callos en la yema de los dedos de tanto darle al teclado, sino los años que se tarda en escribir una buena novela y el poquísimo rendimiento económico que, por desgracia, las editoriales te devuelven. Eso sí, el lector lo compensa todo, como un bálsamo sobre la herida de nuestras ilusiones. Por eso escribimos. O por eso escribo, también estos artículos que son un grito, a veces desgarrador, para que el público, mi público (mi lenguaje es como el de las folclóricas), no me olvide. 
Nada que merezca la pena se consigue sin esfuerzo. Incluso una familia feliz que, a la postre, es la mejor de las novelas. El dolor es el desprecio constante por parte de quienes gobiernan y por aquellos que juzgan que ensombrecemos su egoísta individualismo. Hay más: tiempo, paciencia, perdón y lágrimas. Ese es el esfuerzo, nuestras ampollas. El premio, un hogar de sanísimas carcajadas.
Gracias, Rafa Nadal, una vez más.




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