24 oct 2014

Cada mañana abro ansioso los periódicos buscando su jeta (un sinvergüenza, pequeño o grande, no tiene rostro sino esta castiza manera de metaforizar la desfachatez con los belfos de las bestias), su mirada azul, su sonrisa arteramente bobalicona con la que ha conquistado las cámaras del fotógrafo oficial y la de ese teléfono móvil al que ha exprimido como un limón.
<<Miren qué mono es el, si parece un pollito>>, parecen decirse los personajes con ínfulas que se han rendido a su infantil sencillez de sacaperras.
A juzgar por la nutrida baraja de sus simpáticas fechorías, bien podrían haberle atrapado con las manos en la masa hace un año, o dos, o tres, o… que hasta en pañales me lo creo capaz de conquistar a tanto listo con medalla mientras –aparentemente, sólo aparentemente, no seamos lenguaraces…- le quita el billetero.  
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El pollito ha nacido cosido al hombro del poder, bien pegadito y sonriente frente al objetivo, para que a nadie le quepa duda de que su amistad con los gerifaltes de este país en el que sobran mandamases es asunto contrastado, vamos, amigos de toda la vida, de esos ante los que te puedes presentar a cualquier hora para pedirles un poco de leche, una tacita de aceite, una habitación en su casa de veraneo, un sillón en el palco, un hueco en el paddock, un contacto, unos miles de euros, un coche oficial, escolta y hasta un chalé sombrío en las eternamente solitarias callejas de El Viso.
Si sólo fuesen fotografías, la broma hubiese quedado en una irrisoria página de Facebook con aires de bar, ya me entienden, una pared frente a la barra tapizada con retratos del dueño de la caña y el torrezno en compañía de futbolistas, toreros y artistonas. Pero lo de nuestro pollito es otra cosa, ¡por favor!..., nada de caminerosjesulinesni pantojas sino la crème de la crème de la aristocracia diestra, que no podía haber elegido la otra mano si tenemos en cuenta el aspecto del pimpollo, un niño pera de Lista, aunque bajo el jersey y los pantalones se escondiera un hijo del recio barrio de Prosperidad. En este caso el hábito hizo al monje, si parece vecino de la calle Goya, para orgullo de la madre que lo trajo al mundo y lo llevó a FAES como si fuese un San Luis refregadito en Álvarez Gómez.
Este tebeo que nos hace despreciar las noticias sobre los chalaneos de cajas B y tantos por ciento, dibuja la misteriosa construcción de un Maquiavelo. ¿Quién fabricó a este mago de pelambrera oscura y rebelde? ¿Quién le facilitó semejante borrachera de influencias? ¿Quién?...    
Alguien tuvo que enseñarle el estilo que se aprecia en la cumbre de los partidos políticos, verbigracia la camisa oscura (preferentemente listada en negro y marrón) de los de ERC, la montura de colorines en las gafas de los de CIU, el aire anodino de los del PNV, el pendiente en la oreja derecha –apenas un botón brillante- y la camiseta sudada de los cachorros de la ETA, la chaqueta de serie y la corbata roja en los aires renovados del PSOE, el mal gusto del club de Cayo Lara y el traje oscuro, de sastre y mil euros, de los amigos del PP.
Una vez con el traje, el pollito renunció a ser quién era para conquistar el mundo, foto a foto, hombro con hombro, sonrisa con sonrisa, mirada con mirada y en el bolsillo –aparentemente, sólo aparentemente- la billetera del poderoso zopenco.
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