Cuando me convertí
en padre comenzó a asustarme el refrán “Cría cuervos…”, que hasta entonces mis
entendederas de aire naif habían vinculado a la celebérrima película de
Hitchcock, pesadilla de mis días y de mis noches, que a mis criaturas, sin
embargo, les hace bostezar. La negrura del ave, su carácter carroñero, su
siniestra inteligencia y ese pico, capaz de dejar tuerto al ladrón malo que agonizó
junto a Cristo, parecen incompatibles con los sonrosados y regordetes bebés de
los que todos los padres hemos presumido al salir a la calle (por cierto, no
olvido una ocasión en la que saqué a pasear a una de mis hijas –todo un muñeco
con mofletes de manzana- sentada en su carrito, junto a Pipa, la pequeña perra.
De pronto, una mujer que también llevaba un par de perros se detuvo frente a
nosotros y dobló el espinazo para comenzar, con voz atiplada, a gorjear:
<<¡Pero qué belleza!... ¡Si es una ricura!>>. Me inflé con el
orgullo de un palomo mensajero, hasta descubrir que sus arrullos y carantoñas
estaban dirigidas a nuestro can. A sus ojos estúpidos, nuestra hija de dos
añitos les pasaba completamente desapercibida).
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Sin embargo, la
ternura puede travestirse en barbarie. Es decir, el pequeño rubicundo que
balbucea sus primeras palabras, puede acabar, incluso, engrosando las filas del
terrorismo islámico y amenazar, por vídeo, con la muerte a cuchillo o a bombazo
de sus padres, acusándoles de infieles. También puede salir a la calle con el
único propósito de unirse a sus amigotes para apalear a quienes se les pongan
por delante. O dedicarse al trapicheo con toda clase de estupefacientes. O
invertir su tiempo en romper el mobiliario urbano y, al regresar a casa todavía
con fuerzas, soltar una buena tunda a quienes debería querer. Es decir, a su
papá y a su mamá.
Me tranquiliza
saber que a los cuervos primero se los cría, pues la columna que sostiene
nuestro hogar es la educación en el respeto y el ejercicio responsable de la
libertad. Me preocupa, sin embargo, mirar alrededor, en donde hay tantos niños
que sueltan sus primeros graznidos.