18 abr 2016

He visitado y participado en ferias de muchas localidades de España, pero también en ciudades y pueblos de otros países europeos, norteamericanos y de Hispanoamérica. Incluso en las lejanas Filipinas y en el África vegetal he tenido ocasión de conocer las fiestas con la que se celebran de manera lúdica las más variadas circunstancias, algunas de ellas sostenidas en razones religiosas, tradiciones ganaderas otras, sin haber entendido muy bien el motivo en buena parte de las demás. Y siempre he sacado la conclusión de que el ser humano ha nacido para la dicha disfrutada en comunidad, con los cercanos y los visitantes, con los que organizan –casetas, puestos de comida, juegos, música y bailes…- y los que gozan, entre ellos los curiosos, inevitables en toda feria que se precie.

Hay ferias en la fría Dinamarca e incluso más al norte. Y en nuestro país se conocen semanas grandes vinculadas a Vírgenes y a santos, a cosechas de cereal y vendimias, al arroz y al tomate porque cualquier ocasión es buena para detener el ritmo cíclico de los días y juntarse con el vecindario más próximo, con el del otro extremo del pueblo, la ciudad o la provincia y hasta con los extranjeros, algunos de los cuales –célebres- han quedado vinculados por los años a esas razones locales para la juerga.

Seguir leyendo en El Correo de Andalucía


Y con la feria, en nuestras regiones y en las regiones de la América india y mestiza, el toro bravo, tótem de la fiesta, desafío para la diversión, el juego que da categoría a las celebraciones, perseguido por el pensamiento blando que en todo busca una prohibición para terminar de diseñar al hombre y a la mujer dúctil, moldeable al gusto de las instrucciones de un mundo en el que sólo existe la voluntad dirigida, sin espacio para otra emoción que no sean las palmas para el líder en el mitin celebrado en esas mismas plazas, sobre esa misma arena, en las que todavía hacemos de las ferias un desafío en el que se mezclan valor y sabiduría; tradición y belleza; arraigo y arte; luz, color, brillo, sangre, calor, moscas, clases sociales y democracia, auténtica democracia en la que el pueblo dictamina el éxito o el fracaso del héroe, sin necesidad de estúpidos eslóganes.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Subscribe to RSS Feed