La política es
espectáculo apasionante, muchas veces. Espectáculo burdo, otras tantas.
Espectáculo lamentable, casi siempre que tiene que ver con el día a día de los
partidos.
Es espectáculo
grandioso cuando no abandona sus orígenes, que no son otros si no la vocación de
servicio con una mezcla del amor al poder. Sin ese aditamento la Historia no
nos hubiese regalado a los maestros de la res
publica que jalonan el curso de la Historia con sobresaliente para arriba,
a pesar de que la especia del poder sea también la causa por la que el pedestal
sobre el que se creían los próceres firmemente asentados fuese, más bien, un
lodazal (el saco negro de sus tropelías).
La política es teatro
bufo, sobre todo en nuestro tiempo, en el que sus protagonistas cubren toda la
horquilla de la información. Resúmenes de prensa al arrancar la jornada,
tertulias, editoriales, boletines informativos, más tertulias y resúmenes de
prensa al finalizar el día, en los que se radiografía el teatrillo de los
candidatos, presidentes, ministros, señorías y delfines, cuando lo que hacen y
dicen apenas da para quince minutos de análisis.
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Y es espectáculo
lamentable cuando la política es vodevil, folletín por entregas, parodia, circo
del tejemaneje de los partidos, las tripas de la miseria humana, los intestinos
del poder. Del Rita es una alcaldesa ejemplar, Rita es un aval del partido, todos
estamos orgullosos de Rita, Rita es una vez más nuestra cabeza de cartel, Rita candidata ad aeternum… al yo no conozco a Rita, nadie sabe quién es Rita,
Rita ya no es de los nuestros, Rita, renuncia a tu escaño, Rita, devuelve los
perlones, Rita, ya no te defiende ni Rita. Pero Rita no cuenta el acuerdo al
que ha llegado bajo cuerda, porque en política no existen los mártires entre quienes
tienen registradas largas décadas de trapisondas, con nombres y apellidos.
Que cada palo
aguante su vela, porque espectáculo bufo, de bombero torero y su cuadrilla de
cuarenta ladrones hay en todas las pistas. Bien lo saben aquellos que veían
pasar las sacas de dinero destinado a los parados de Andalucía, tierra del
Tempranillo y sus patillones, tierra de un sistema que antes se llamó felipismo y ahora no tiene ni la gloria
de un nombre que abarque sus mangoneos, porque a eso del “caso de los ERE” le
falta el empaque del bandidaje cañí.
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