19 sept 2016

La política es espectáculo apasionante, muchas veces. Espectáculo burdo, otras tantas. Espectáculo lamentable, casi siempre que tiene que ver con el día a día de los partidos.

Es espectáculo grandioso cuando no abandona sus orígenes, que no son otros si no la vocación de servicio con una mezcla del amor al poder. Sin ese aditamento la Historia no nos hubiese regalado a los maestros de la res publica que jalonan el curso de la Historia con sobresaliente para arriba, a pesar de que la especia del poder sea también la causa por la que el pedestal sobre el que se creían los próceres firmemente asentados fuese, más bien, un lodazal (el saco negro de sus tropelías).

La política es teatro bufo, sobre todo en nuestro tiempo, en el que sus protagonistas cubren toda la horquilla de la información. Resúmenes de prensa al arrancar la jornada, tertulias, editoriales, boletines informativos, más tertulias y resúmenes de prensa al finalizar el día, en los que se radiografía el teatrillo de los candidatos, presidentes, ministros, señorías y delfines, cuando lo que hacen y dicen apenas da para quince minutos de análisis.

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Y es espectáculo lamentable cuando la política es vodevil, folletín por entregas, parodia, circo del tejemaneje de los partidos, las tripas de la miseria humana, los intestinos del poder. Del Rita es una alcaldesa ejemplar, Rita es un aval del partido, todos estamos orgullosos de Rita, Rita es una vez más nuestra cabeza de cartel,  Rita candidata ad aeternum… al yo no conozco a Rita, nadie sabe quién es Rita, Rita ya no es de los nuestros, Rita, renuncia a tu escaño, Rita, devuelve los perlones, Rita, ya no te defiende ni Rita. Pero Rita no cuenta el acuerdo al que ha llegado bajo cuerda, porque en política no existen los mártires entre quienes tienen registradas largas décadas de trapisondas, con nombres y apellidos.

Que cada palo aguante su vela, porque espectáculo bufo, de bombero torero y su cuadrilla de cuarenta ladrones hay en todas las pistas. Bien lo saben aquellos que veían pasar las sacas de dinero destinado a los parados de Andalucía, tierra del Tempranillo y sus patillones, tierra de un sistema que antes se llamó felipismo y ahora no tiene ni la gloria de un nombre que abarque sus mangoneos, porque a eso del “caso de los ERE” le falta el empaque del bandidaje cañí.


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