Seis años, seis
–como en los viejos carteles de las corridas domingueras-, ha tardado nuestro
Tribunal Constitucional en sentenciar que el parlamento catalán no tiene competencias para
prohibir la Fiesta Nacional (la titulo como se ha titulado siempre, pues los
toros son una fiesta del pueblo, de nuestro pueblo, que por si fuera poco,
hemos transmitido a Portugal, Francia, México, Colombia, Venezuela, Perú,
Ecuador…). La resolución, sin dejar de ser correcta, me sabe a poco, pues no
hace mención a las razones chovinistas de dicha prohibición, ni al valor de
nuestro patrimonio artístico y cultural, ni al perjuicio causado a los
propietarios de los cosos catalanes, a los aficionados, a los toreros,
ganaderos, a todos aquellos que durante siglos se han beneficiado de la riqueza
colateral de la tauromaquia y hasta a los tour-operadores que llenaban algún
tendido de la Monumental con sus grupos de japoneses despistados. Pura
cobardía, la misma que les ha llevado a demorar la sentencia durante estos años
que, ante lo evidente, se me antojan más largos que los lomos de seis Miuras.
Seguir leyendo en El Correo de Andalucía.
Como era de
esperar, las autoridades catalanas –de la Generalidad y del ayuntamiento de
Barcelona, donde se encuentra la única plaza en la que todavía se celebraban
espectáculos taurinos- han reaccionado con la pataleta del niño de dos años que
se moja los pantalones. Ante los micrófonos y las cámaras han dejado claro que
se pasan la sentencia del Constitucional por el arco de su derrota, pues no van
a permitir que se anuncie la primera corrida. Vamos, que si es necesario se
sacarán del magín toda clase de motivos secundarios, amenaza en toda regla
propia no de quien detenta el poder público en una democracia madura sino de
matón barriobajero. Esta amenaza, por supuesto, no ha encontrado réplica de
ninguno de los miembros de tan rimbombante Tribunal, mucho menos de quienes
cumplen el encargo de velar por el bien y los intereses de todos los españoles.
No voy a descubrir
a estas alturas todo lo que Francia hace para proteger y fomentar nuestra
Fiesta Nacional, a la que dan el valor de una manifestación artística de primer
nivel, cuando se trata de un espectáculo que solo se celebra en algunas
ciudades del Sur de su geografía. Las autoridades galas no permiten que se
mezclen los toros con la política, mucho menos con la despreciable política del
nacionalismo huero. Por eso, estoy seguro, nos observan con el gesto de quien
no puede creerse semejante contradiós.
0 comentarios:
Publicar un comentario