Democracia y persecución ideológica no casan entre sí: la democracia
presupone la libertad de sus ciudadanos, en una reciprocidad que las sociedades
modernas dan por sentada. Por eso nadie se cree el discurso de los separatistas,
cuando se quejan de sufrir una persecución ideológica. Son ellos los que emplean
la coacción, la violencia y hasta el terrorismo para imponer su guion de
Astérix, pero sin Obélix, que es el que tiene gracia.
Cosa distinta es la persecución ideológica que hemos padecido los padres
ante nuestro derecho de escoger el colegio que creemos más beneficioso para
nuestros hijos. La libertad causa urticaria en los políticos que meten sus
zarpas ideológicas para eliminar el concierto en los centros diferenciados por
sexo, esto es, la ayuda económica que nos corresponde, entre otras cosas por
librar a las arcas públicas del sobrecoste disparatado de la enseñanza pública.
Algo parecido sucede con la asignatura de religión, que es tan evaluable como
cualquier otra, pues un niño o una niña que finalizan sus estudios sin conocer
el hecho religioso (el cristianismo, especialmente, por ser la fe que sostiene
nuestra cultura y la cultura europea), es una víctima inocente y desacreditada por
la checa del adoctrinamiento.
http://elcorreoweb.es/opinion/columnas/libres-libres-libres-JD4063193
Soy libre para llevar a mis hijos a colegios diferenciados (que no
“segregados” por sexos, vocabulario de quienes retuercen el lenguaje para
tildarnos de salvajes), como lo soy para escoger un centro mixto. No presupongo
que un modelo sea mejor que el otro. Sólo presupongo que soy libre y
responsable de mis decisiones. Por tanto, después de conocer la sentencia del
Tribunal Constitucional contra las leyes y disposiciones que han sufrido las
familias que, como la mía, creen en la educación diferenciada, acuso a ciertos
gobiernos autonómicos y a ciertos partidos por haber ejercido durante años una
persecución encarnizada a quienes somos libres, libres, libres.
0 comentarios:
Publicar un comentario