26 abr 2018

Dice haber encontrado la piedra filosofal, la fórmula maestra entre las fórmulas maestras, pero no para convertir los materiales humildes en oro sino para perpetuar la vida humana ad infinitum. El venezolano José Luis Cordeiro, que ni siquiera es científico, ha debido volverse loco tras leer Bomarzo o, quizá, sea un lector circunstancial e iluso que ha entendido que la novela esteticista de Mújica Láinez es una biografía bien documentada del eterno jovencito Orsini, atormentado por su joroba.

Dice Cordeiro, al dictado de algunos millonarios del Siicon Valley (puede que también de su dinero), que estamos a un tris de vencer el envejecimiento, al que califica de enfermedad cuando, a lo largo de la Historia y hasta la aparición de los tristes geriátricos, se ha considerado etapa de sabiduría y respeto, también cuando el abuelo caía por el tobogán de los achaques corporales y mentales. Cordeiro pregona que él no va a morir. Y los del Silicon tampoco.

Me asombra que las editoriales serias se avengan a publicar semejante patraña. Me asombra que los medios de comunicación de prestigio le publiquen entrevistas con el prurito de vocear el pensamiento de una eminencia. Y me asombra que su libro lo haya prologado alguien pretendidamente serio como Antonio Garrigues Walker.  

Todo se resume en el plan de quienes diseñan un mundo sin Dios para que el arquitecto del mundo ocupe su lugar. No soy conspiranoico, pero el tufo a masonería (y a guiñol) me hace elevar las cejas. El problema, según Cordeiro, es que las religiones viven de la muerte, así que ahora que se sacan de la manga el truco que va a hundir a las funerarias, curas, monjes, yoguis y demás pastores del alma no van a tener donde rascar. En fin, amigo, no sé que diremos el día que leamos tu obituario.


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