Dice haber encontrado la piedra filosofal, la fórmula maestra entre las
fórmulas maestras, pero no para convertir los materiales humildes en oro sino
para perpetuar la vida humana ad
infinitum. El venezolano José Luis Cordeiro, que ni siquiera es científico,
ha debido volverse loco tras leer Bomarzo
o, quizá, sea un lector circunstancial e iluso que ha entendido que la novela
esteticista de Mújica Láinez es una biografía bien documentada del eterno jovencito
Orsini, atormentado por su joroba.
Dice Cordeiro, al dictado de algunos millonarios del Siicon Valley (puede
que también de su dinero), que estamos a un tris de vencer el envejecimiento,
al que califica de enfermedad cuando, a lo largo de la Historia y hasta la
aparición de los tristes geriátricos, se ha considerado etapa de sabiduría y respeto,
también cuando el abuelo caía por el tobogán de los achaques corporales y
mentales. Cordeiro pregona que él no va a morir. Y los del Silicon tampoco.
Me asombra que las editoriales serias se avengan a publicar semejante
patraña. Me asombra que los medios de comunicación de prestigio le publiquen
entrevistas con el prurito de vocear el pensamiento de una eminencia. Y me
asombra que su libro lo haya prologado alguien pretendidamente serio como
Antonio Garrigues Walker.
Todo se resume en el plan de quienes diseñan un mundo sin Dios para que el
arquitecto del mundo ocupe su lugar. No soy conspiranoico, pero el tufo a masonería (y a guiñol) me hace elevar
las cejas. El problema, según Cordeiro, es que las religiones viven de la
muerte, así que ahora que se sacan de la manga el truco que va a hundir a las
funerarias, curas, monjes, yoguis y demás pastores del alma no van a tener
donde rascar. En fin, amigo, no sé que diremos el día que leamos tu obituario.
0 comentarios:
Publicar un comentario