El nacionalismo moderado y radical ha podrido las tres provincias vascas,
buena parte de Navarra y la Francia que habla vascuence. Y no solo por la
sangre de todos los inocentes a los que la ETA reventó con sus bombas o disparó
en la nuca, ni solo por los secuestrados (tantísimos), ni solo por los
extorsionados, ni por los que se vieron obligados a marcharse de la tierra que
les vio nacer y amaban, en la que se hundían sus raíces, ni por aquellos que un
día fueron acogidos, ni por quienes durante décadas vivieron con miedo, con el
terror de formar parte de una lista de posibles víctimas.
http://elcorreoweb.es/opinion/columnas/la-mentira-NY4133917
La putrefacción la trajeron también la complicidad, el apoyo explícito e
implícito, la delación, el silencio y el voto. Después de tantos muertos,
después de tanto dolor, las urnas, las concejalías, el gobierno de ese
territorio del norte que es el mío apesta a podrido, en unos casos por la
complicidad, en otros por la postura de perfil, en otros por el ánimo de un
discurso ambiguo, en otros por la equidistancia, en todos ellos por el
desprecio a la libertad y a la convivencia, por el odio a quien no comparte la
utopía de una raza inexistente, de una historia más o menos inmediata escrita
con una desvergonzada suma de mentiras. No hay raza, no hay ADN, no hay grupo
sanguíneo, no hay diferencias significativas con los habitantes del resto de
España, tampoco en sus gallinas (una de las papanatadas de Arzallus), porque el
País Vasco no es una isla, porque en sus listados telefónicos se mezclan los
apellidos, porque en Europa no hay un solo rincón con un relato aislado,
endogámico, exclusivo. Mentira cruel sobre mentira cruel. Mentira asesina sobre
mentira asesina. Y a estas mentiras pretenden sumar la de un presente sin
culpables.
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